Los miedos han venido a visitarme en la consulta de nuevo .
Llevo demasiado tiempo viéndolos entrar y salir de ella, bajo formas diferentes:
desazón, preocupación, ansiedad, nervios, tensión, temor, fobia, pánico, etc.
Muchas veces al inicio de la sesión los miedos se presentan educadamente;
identificándose ellos mismos con rapidez y claridad:
soy el miedo a volar, a la oscuridad, a los espacios cerrados, etc.
En otras ocasiones, sin embargo, se esconden y camuflan.
A medida que avanza la sesión, asoman poco a poco.
Se revelan sutilmente sin mostrarse por completo.
Hasta que finalmente se descubren y reconocen quienes son:
el miedo a fracasar, a morir, a ser herido,
a hacer daño, a que muera un ser querido,
miedo al rechazo, al abandono, al amor,
al compromiso, a la libertad, a no ser suficiente…
Unos miedos protegen,
en cambio otros nos limitan, dado que son imaginarios y desproporcionados.
Estos últimos son los que me suelen visitar.
Tras un tiempo he acabado por reconocerlos
-más allá del sobresalto, la agitación y/o la parálisis-,
en la confusión, el estancamiento, la insensibilidad, la falta de voluntad,
en el odio, la superioridad, la separación y el aislamiento.
En los últimos años, en la consulta he conocido estos y otros miedos.
Me he dado cuenta de que cada miedo es único,
al igual que lo es la persona que lo siente,
las circunstancias que lo originan,
las dinámicas que lo mantienen,
y también, las que lo liberan.
Cada persona se relaciona con su miedo como mejor puede, o mejor sabe;
combatiéndolo, expresándolo, compartiéndolo,
negándolo, rehuyéndolo, observándolo, analizándolo,
tratando de negociar con él y controlarlo,
desconectándolo con ansiolíticos,
y lamentablemente a veces, alimentándolo inconscientemente.
El miedo es una emoción universal, una respuesta adaptativa,
y necesaria para la supervivencia en determinados momentos.
Ahora bien, vivir en el miedo, vivir con miedo, convivir con él,
permitir que se adueñe de nuestros espacios y nuestra vida,
es un sinvivir.
Y aunque no nos demos cuenta, el miedo también sufre esta en esta relación.
Por eso acuden a mi consulta, vienen a liberarse.
Me cuentan que están cansados,
que hemos abusado de ellos y los hemos explotado.
Que vivimos llenos de ellos,
multiplicándolos irrealmente, magnificándolos
atiborrándolos con nuestros pensamientos.
Me piden que les miremos de frente, que no les ignoremos,
y que les soltemos, que les dejemos ir.
Me prometen que seguirán ahí cuando sea realmente necesario protegernos.
Que no temamos que desaparezcan totalmente y nuestra vida peligre,
que confiemos en nuestra naturaleza y en la de ellos, que ambas son la misma.
Por eso hoy escribo sobre ellos.
Por eso hoy doy las gracias a mis miedos.
Por eso hoy os digo a vosotros y a vuestros miedos: